Refugio-Desde decisión hasta la inaguración

La práctica del montañismo al comienzo de los años cincuenta llevaba aparejada una gran dosis de sacrificio para los aficionados de entonces.

El medio de locomoción que con mayor frecuencia se utilizaba para desplazarse era el tren. Esto suponía levantarse de madrugada y salir de casa antes del amanecer.

Después, debían realizar largas caminatas desde el punto donde el tren les dejaba hasta el momento de volver otra vez a la estación para tomar el tren que les retornase a casa, casi siempre al anochecer.

Todo ello con el calzado y la vestimenta que cada uno tenía a su alcance, muy lejos de la calidad de botas y de prendas que disponemos hoy día.

Así pues, la idea de contar con un lugar donde resguardarse y desde el cual poder desplazarse más fácilmente a otros montes cercanos al Gorbea, hizo pensar a los montañeros del Ganguren en contar con su propio refugio de montaña. Pronto se demostró que este proyecto significaba además la posibilidad de unir y agrupar a los socios en torno a un esfuerzo común.

Esta firme decisión se tomó en la asamblea general de comienzos de 1949, aunque los problemas de cambio de presidencia y las cuestiones burocráticas retrasaron su ejecución hasta la primavera de 1950.

Para la elección del emplazamiento existieron dudas en principio entre Aramotz y la campa de Arraba, decantándose finalmente por la segunda propuesta. En aquellos tiempos todo el macizo del Gorbea estaba cubierto de hayales, conocidos por los montañeros como "El Paraíso", y entre cuya niebla más de uno se llegó a extraviar. Este magnífico bosque desaparecería hacia 1957.

El primer paso en las gestiones era solicitar el correspondiente permiso de construcción al ayuntamiento propietario del terreno, que resultó ser Zeanuri. Dicha autorización escrita, de fecha 14 de Mayo de 1950, no se conserva, pero debió existir pues la cita en la carta de contestación el entonces presidente Victor Legorburu, a día 22 de ese mismo mes. En el documento se recoge así mismo la renta anual de alquiler que debía pagar el club al municipio, en total 1 00 pesetas.

El tema económico era sin duda el mayor problema. Contaba el club con unos doscientos socios, que aportaban una cuota anual de 25 pesetas y las arcas de la sociedad arrojaban en ese momento un saldo de aproximadamente 6000 pesetas. Pero como sucederá en otras ocasiones a lo largo de la historia del Ganguren, la falta de medios se compensó con ilusión, ideas y el esfuerzo personal de todo aquel que quiso aportar su trabajo desinteresada mente.

De esta forma, se empezó inmediatamente a trabajar. Felix Sierra y Arturo Maza se encargaron de las zanjas y en dos domingos, hacia principios de Junio, estaban terminadas.

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El acarreo del material hasta aquellos parajes era bastante complicado y se utilizaron para ello las más variadas formas de transporte. Como ejemplo, la madera para el encofrado, que había sido cortada en una antigua sierra de Arkotxa, se trasladó con una junta de bueyes hasta la casa de Arturo Maza en Iberluce. De allí en tranvía hasta Zeanuri y luego, poco a poco, se fue subiendo hasta Arraba al hombro.

La compra del hierro, destinado también a los cimientos, se gestionó en la antigua fundición de la Basconia. En un principio tuvieron muchas dificultades para comprarlo, ya que pensaban que lo iban a estraperlear, pero finalmente lograron comprar 450 kg. a 4'5 pesetas el kg. Realmente, lo que sobró sí que se vendió a estraperlo, sacando un beneficio de unas 1800 pesetas.

En la parte técnica, un contratista llamado Goyo, acompañado de tres carpinteros, se prestó a realizar el encofrado.

Para subir la arena desde la presa de Mendizabal en el barrio de Lanbreabe de Zeanuri se contrataban unas mulas en el barrio de Undurraga, también perteneciente al municipio de Zeanuri. Precisamente estando en esta labor, se enteraron que también debían pedir permiso de obra al Ayuntamiento de Orozko, al existir un antiguo acuerdo entre Zeanuri y dicha localidad en base a la utilización de los pastos. Con intención de hablar con el alcalde Sr. Olabarria, se trasladaron a Orozko el presidente del Ganguren, Victor Legorburu, y Arturo Maza. Si bien en el primer momento pretendían ponerles una cuota de 250 pts. para Orozko y 25 para Zeanuri, se les hizo ver lo excesivo de la cantidad para la economía del club y accedieron a reducirla.

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Como material de construcción para los muros del refugio se pensó en aprovechar las piedras de unas ruinas cercanas. Se trataba, posiblemente, de la ermita del Sanatorio de Arrabakolanda para tuberculosos.

La idea del Sanatorio antituberculoso del Gorbea corresponde a un esquema de institución antituberculosa de altura que impera durante el final del siglo XIX como su mismo director, el doctor José de Madinabeitia expone en la circular informativa que a principios de 1901 envía a sus colegas de Bilbao.

Es en el año 1903 cuando se construye un edificio para lavaderos y una capilla de mampostería de 13 x 5,60 x 6,5 con un martillo al fondo de 2,8 x 4m, dos laterales de 3 metros de cuadro. La fachada terminaba en un campanil cuya espadaña estaba ocupada por una campana, obsequio del Sr. Epalza, y rematada por una cruz de piedra que se levantaba a trece metros de altura.

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Este Sanatorio tuvo una vida efímera puesto que hay dudas que volviera a abrirse en el verano de 1904 (Esta descripción del Sanatorio esta cogida del libro de Antonio Villanueva Edo "Historia Social de la tuberculosis en Bizkaia'').

Las piedras se trasladaban en carretillas que Perico Gurtubay se encargaba de sacar de Firestone Hispania S.A., colaborando en esta labor incluso los más pequeños que jugaban a llenarlas. Con el mismo sistema se traía el guijo desde las pedrizas de Lekanda.

El primer metro de pared se levantó entre diferentes socios de los que sólo dos eran albañiles, uno de ellos Claudio Zarate. Después se contrataron dos canteros, un tal Elorrio y un tal Azkargorta apodado "Chocolatero", que trabajaban por 7 duros al día y dirigían a la gente en las labores.

Muchos de los socios pasaron allí fines de semana y vacaciones enteras trabajando, como nos contaba Juanita Aguirre, encargada junto con las demás "Golondrinas" de preparar la comida para todos. El club ponía el dinero para la carne, y el resto lo solían llevar ellas de casa por su cuenta. El agua se traía de un manantial que estaba situado entre las rocas y muchas veces sirvió, a causa de su frescura, de improvisada nevera.

Arturo Maza recordaba que él iba con los canteros el sábado por la mañana; se llegaba a Zeanuri a las 12 y comenzaban el trabajo a las seis de la tarde. Por la noche pernoctaban en la txabola del pastor Basilio Etxebarria. Los demás llegaban sobre las 11 de la noche, ya que partían a las 7 de la tarde en tren hasta Lemona y luego cogían el tranvía hasta Zeanuri. Incluso alguna noche se durmió a la intemperie, resguardados entre los muros del refugio sin acabar.

Para compensar de alguna forma este esfuerzo, se propuso entonces contabilizar cada hora de trabajo de los socios a cinco duros, que una vez terminado el refugio se transformaría en días de disfrute gratuito del mismo. Sin embargo, parece ser que la decisión fue revocada por la siguiente directiva.

Hacia el mes de Abril de 1951 se echó el techo de cemento. Ese día subió mucha más gente que de costumbre para ayudar, por ser una labor muy dura. Y era tal el afán y las prisas por terminar, que hasta el final no se dieron cuenta que no habían dejado hueco para la chimenea. Aunque en varias ocasiones hubo de arreglarse el problema de las humedades en el tejado, éste no se cubrió con teja hasta pasados diez años.

El interior del refugio se equipó con una cocina y doce literas de madera hechas por Angel Varela, carpintero y socio. Estas estaban separadas en la mitad por una cortina, solucionando el problema de que subieran personas de ambos sexos. Patxi Pereda se encargó por su parte de la mesa y una banca, y de esta manera, poco a poco, a mediados de 1952 estaba terminada la obra. Al parecer, el 22 de Julio de ese año se celebró el acontecimiento con la imposición de medallas a algunos de los que habían participado más activamente.

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No obstante, la inauguración oficial se produjo, según Josu Altuna, en Mayo de 1953 con la asistencia de Angel Sopeña, Presidente de la Delegación Regional Vasco-Navarra, que repartió los premios de los concursos de montaña. Para bendecir la construcción subieron dos curas del Seminario de Arratia.

Como órgano para la gestión y mantenimiento, se creó una junta rectora, formada por Ricardo San Salvador y Josu Altuna, posteriormente anulada.

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